Un artículo de Oscar Ibáñez.
Bienvenidos un martes más a Yentelman, el blog en el que aprenderéis inglés y, si os descuidáis, hasta español. Se ha hecho de rogar, pero por fin está aquí la esperada conclusión de la trilogía de posts escritos por Oscar Ibáñez sobre el bilingüismo y la filosofía actual de buscar siempre el camino más fácil, que no siempre lleva al objetivo. Si en la primera entrega el autor de «más cerca del infierno» nos hablaba de las grandes carencias que tiene el actual sistema de «bilingüismo» que el gobierno intenta introducir con calzador en los centros, y en la segunda resumía con un gran ejemplo real lo que es la «filosofía de lo fácil», ¿qué nos deparará esta tercera entrega? Veámoslo…
Dicho todo esto, y sintiendo sinceramente haber necesitado tres posts enteros para ilustrar mi postura al respecto de «este» bilingüismo, me gustaría apuntalar algunas ideas con las que ir acabando esta ya muy larga disertación.
En primer lugar, creo, en función de mi propia experiencia tanto como estudiante como también docente de idiomas, que sólo hay dos formas reales de llegar a alcanzar el deseado bilingüismo en inglés. La primera consiste en una inmersión total y prolongada en un país de habla inglesa. Estoy hablando de entre tres y cinco años seguidos interactuando forzosamente en inglés veinticuatro horas al día en distintos ámbitos. En otras palabras: consiste en emigrar a Reino Unido, EEUU, Australia, el Canadá anglófono, etc, etc, etc. En esta modalidad no son necesarios conocimientos previos de gramática o vocabulario. Poco viable, ¿no? Muy bien. Continuemos.
La segunda opción consiste en estudiar el idioma durante años. Estudiar, sí… No discutiré que las metodologías para aprender inglés han cambiado muchísimo en las últimas décadas, en general para mejor. Pero no hay una sola de ellas que no incluya importantes dosis de estudio puro y duro. Bueno, sí, hubo una: la que ofrecía Opening. Aquella cuyo lema era «Ven a Opening. Aprenderás Inglés.» La que quebró en 2002 estafando a la gran mayoría de sus clientes. Sí… Esa misma…
La base fundamental desde la que construir un conocimiento sólido de cualquier idioma es y seguirá siendo un conocimiento profundo de su gramática y un extenso dominio de su vocabulario. Negar esta obviedad buscando una adquisición de habilidades comunicativas basándose sólo en los aspectos orales del idioma (en otras palabras: esperar que a fuerza de escuchar listenings a razón de tres o cuatro a la semana vayamos a asimilar una nueva lengua como si de un virus contagioso se tratara) nos lleva, en realidad, a una aberración lingüística… Recordemos a Saussure y sus eternos significante y significado. Pongamos el caso de que yo pronuncio en perfecto inglés la palabra «flea«. Pongamos que yo la pronuncio 200 veces seguidas… Si no sabemos de antemano lo que significa esta palabra, estaremos simplemente aprendiendo un significante, un conjunto de fonemas vacíos de significado, de una realidad física o conceptual a la que se refieran. Si dedicamos cada día de nuestras vidas durante diez años a escucharla y leerla primero, y a pronunciarla y escribirla después, llegaremos a pronunciarla perfectamente y a escribirla sin el más mínimo error de ortografía; sin embargo, nos encontraremos exactamente a la misma distancia de ser capaces de comunicarnos en inglés que diez años atrás; en otras palabras: no habremos avanzado absolutamente nada…
¿Qué fórmula puede entonces llevarnos a un bilingüismo real? Yo propongo la que me sirvió a mí, y a muchos de mis compañeros de carrera, bilingües por añadidura. La base de nuestro estudio del inglés se basaba, al principio, en las dos destrezas escritas: el reading y el writing de toda la vida. Personalmente, tuve que haber terminado cientos de ejercicios de blank-filling, rephrasing y multiple choice antes de ser capaz de entender una cantidad significativa de las palabras que pronunciaban los actores en una película en inglés original. Cuando ya era capaz de leer perfectamente Wuthering Heights o A Portrait of the Artist as a Young Man y de escribir correctamente largos papers sobre ellos, fue cuando visité Reino Unido por primera vez. Una estancia de apenas tres meses bastó para avanzar en mi pronunciación, entonación y fluidez lo que otra persona, sin mi base de gramática y vocabulario, habría avanzado en varios años.
En total necesité más de doce años de estudio (y me permito recalcar esta última palabra: ESTUDIO), docenas de lecturas de libros en inglés original, una estancia, trabajando y completamente aislado de otros españoles, en un país de habla inglesa y, sobre todo, una voracidad insaciable por aprovechar al máximo cualquier contacto, por fortuito y fugaz que fuera, con la cultura y la lengua de Shakespeare, para dominar este idioma que tanto amo. Si alguien conoce algún atajo, quizá sea el momento de decirlo…
Por todo esto, quiero terminar pidiendo desde aquí a las autoridades educativas, a los centros, y muy especialmente a los padres, el respeto que merece tanto esta lengua como todas aquellas personas que dedicaron su esfuerzo y largas horas de su tiempo a dominarla. Como dije en mi primer post, a estas alturas no me extraña nada que los gobiernos de turno intenten engañar al personal. También puedo comprender que los centros se hayan lanzado a obtener las acreditaciones de bilingües, vista la fiebre que se ha desatado entre las familias con este tema. Pero quizá los padres deberíamos haber estado a la altura, ya que tenemos la máxima responsabilidad y el máximo interés en este tema. ¿Quiere usted que su hijo se enfrente al mundo laboral siendo bilingüe? Pues exíjale estudio, trabajo y esfuerzo. No le ponga metas absurdas que no puede conseguir. No se desespere si no es capaz todavía de producir y comprender de forma suficiente inglés oral: si su hijo se esfuerza estará aprendiendo inglés casi con total seguridad, y su proceso de aprendizaje quizás eclosione con una pequeña estancia en un país anglófono cuando llegue el momento. Y, por encima de todo, plantéese la relativa importancia de llegar a dominar perfectamente un idioma dentro del enorme universo de la educación y del aprendizaje.
Y por último: considere el hecho de que el bilingüismo efectivo supone el grado máximo de conocimiento de un idioma como disciplina. Su hijo también estudia física en el colegio: ¿espera usted que llegue a dominar la teoría de la relatividad? Yo creo que no…
1 thoughts on “El Bilingüismo o la Filosofía de lo fácil (y 3)”