Un artículo de Óscar Ibáñez.
Bienvenidos a una nueva entrega de Yentelman, el blog en el que aprenderéis inglés y, si os descuidáis, hasta español. Hoy debuta en el blog nuestra primera estrella invitada, el primer guest blogger, como dicen los modernos, y lo hace con un artículo de denuncia muy en la línea del que un servidor publicó no hace mucho hablando de los profesores nativos. En este caso, nuestro colaborador y amigo Óscar Ibáñez, profesor de inglés en secundaria, nos hablará, en al menos dos entregas, de la gran mentira del bilingüismo en los centros docentes. Enjoy.
Hace algunos días me topé con un artículo que circula por internet en el que un renombrado traductor y escritor criticaba los actuales planes de bilingüismo en la enseñanza reglada y los calificaba como «plaga». No pude sino aplaudir en silencio y regocijarme en mi interior por lo que consideré un soplo de aire fresco, repleto de sinceridad e indignación, en medio de tanta estupidez y esnobismo como se ve por ahí con respecto a este tema. Por fin alguien se atrevía a confesar algo que muchos profesionales de la enseñanza, especialmente de la enseñanza en idiomas, reteníamos amordazado en las cloacas de nuestra conciencia, tal vez por falso corporativismo, tal vez por miedo a tirar piedras contra nuestro propio tejado. El caso es que el artículo me hizo despertar y clamar, como aquel niño que le dijo al emperador que iba en pelotas, una verdad como un doblón de a ocho: este «bilingüismo» es una plaga…
Comencemos por llamar a las cosas por su nombre: la etiqueta de «bilingüe» que docenas de centros se han apresurado a poner en sus membretes, o en pomposos carteles en la entrada, responde, en más de un 90% de los casos, a la modalidad del programa de bilingüismo (ojo, es el Departamento de Educación el que ha comenzado por llamarlo así) conocida como CILE-1 (Currículo Integrado en Lengua Extranjera). Esta modalidad consiste en la impartición en EP de 5 horas semanales en inglés de un total de 25 lectivas. Tres de éstas corresponden a la asignatura de Lengua Inglesa y las otras dos suelen asignarse a la Educación Física o a la Plástica. Es decir: si descontamos las tres horas de Inglés que, evidentemente, no suponen ningún aporte nuevo, nos quedamos con un programa de Bilingüismo que se reduce a dos horas semanales en las que a los niños se les dice «C´mon boys! Let´s start warming up!» o «We´re drawing a beautiful landscape today«…
Ciertamente, que el gobierno de turno intente ponerse una medallita más engañando a las familias con este bilingüismo de pacotilla no me sorprende en absoluto. La credulidad de los padres, sin embargo, y su voluntad de dejarse engañar hasta creer que sus hijos terminarán su educación básica siendo bilingües sin necesidad de aumentar las horas lectivas semanales, sin cambios drásticos en el profesorado o la organización del centro, sin consecuencias en el nivel adquirido en las materias impartidas en inglés y, sobre todo, sin un ingente esfuerzo y trabajo por parte de sus propios hijos, es algo que, al principio, me desconcertaba por completo… ¿Cómo era posible que a algunos padres (conocidos míos), llegado el momento de escoger centro para sus hijos, les diera igual escoger entre un centro público y uno privado (no concertado, no; totalmente privado) con tal de que fuera un centro bilingüe? ¿Cómo se podían obviar las enormes diferencias entre ambos modelos educativos con tal de encontrarse con la (falsa) promesa de que sus hijos dominarían un segundo idioma a la perfección? ¿Cómo explicar que centros hasta hacía poco considerados injustamente malditos por acoger a abundante población de etnia gitana llegaran a doblar en demanda la oferta de plazas en su primer año en el programa de bilingüismo? ¿Qué lúgubre futuro les esperaba a las docenas de grandes profesionales de la docencia, maestros, en el más amplio sentido de la palabra, de sus respectivas áreas, a los que comenzaba a presionarse para que obtuvieran el nivel B2 en lengua inglesa? Después de haber sufrido cinco leyes educativas diferentes en más de 15 años de experiencia docente tenía bastante claro que la educación en España no iba a ninguna parte; pero esta nueva deriva hacia la nada me resultaba inexplicable…
Poco a poco, sin embargo, fui dándome cuenta de que, en realidad, lo que había estado ocurriendo con el bilingüismo no era nada diferente ni ajeno a la mentalidad hedonista y caprichosa que, desgraciadamente, impera hoy en día en nuestra sociedad. Las cosas hay que conseguirlas de forma rápida y fácil. Nada requiere esfuerzo y no hay nada de lo que no seamos capaces: adelgazar sin pasar hambre, correr maratones a los 50, conducir coches de lujo a pesar de unos exiguos ingresos, aparentar la misma edad que 20 años atrás, criar a nuestros hijos sin dejar de dedicarnos en cuerpo y alma a nuestra profesión… Y por supuesto: dominar varios idiomas en tiempo record y sin apenas estudiar…
(Continua aquí)
Resulta meridianamente claro que, si con las horas lectivas previas todo españolito de a pie hablaba un nivel de inglés medio-alto (no hay más que mirar a los CVs de las generaciones previas), con dos horas más semanales, el nivel pasa a alto-altísimo, aka «shit you little parrot lo bien que hablo inglés»… ¿no? *cri cri cri*
Yo pensaba que las horas de inglés extra las habían puesto for if the flies, pero al final we were just a few and grandma had a baby…
If, if, between, between.
Parece que el autor está en contra de la educación bilingüe en los colegios. Entiendo entonces que le parece mejor que los niños sean educados solo, o al menos preferentemente, en su lengua materna. No me acaba de quedar claro si es que el autor conoce un método mejor para la enseñanza de un segundo idioma o si es que cree que tiene menos importancia que otros conocimientos.
Me resulta misterioso cuales son las pistas u observaciones en las que se basa el autor para inferir que es el hedonismo o la cultura de lo fácil la motivación para querer que los padres quieran que sus hijos sean educados en otro idioma adicional al materno. El racionamiento está por completo incompleto y no aporta una relación causa-efecto.
Sí que queda claro que para el autor es mucho mejor aquello de «la letra con sangre entra», donde esté el esfuerzo y el sacrificio que se quiten el resto de métodos de aprendizaje.
Personalmente, no puedo estar más en desacuerdo con esta entrada.
Bueno, bueno… me encanta ver notas discordantes en mi blog. Aunque veo que Óscar ya ha contestado mucho mejor de lo que yo podría hacerlo, voy a hacer un par de puntualizaciones: Yo sí estoy de acuerdo con el artículo y con la contestación que te ha dado Óscar al respecto de que ESTA educación bilingüe que se está imponiendo no es la que queremos; ni él, ni yo y me consta que ni una buena cantidad de docentes. Los motivos te los ha explicado él muy bien, pero están ya bastante claros, creo yo, en el post.
Por supuesto que me gustaría que mis hijos, y todos los españoles, por añadidura, fueran bilingües… pero con el chapucero apaño que han hecho, lo único que consiguen es, como se dice en el artículo, engañar a unos padres que creen que sus hijos saldrán del centro hablando un perfecto inglés, cuando está clarísimo para cualquiera que se moleste en informarse un poco que no es así.
Finalmente, estoy un poquito harto de que en cuanto se hace alguna referencia a la cultura del esfuerzo, a la necesidad de que los alumnos trabajen, pongan de su parte y no esperen que se lo den todo mascado, siempre sale alguien a hablar de tiempos pasados y de «la letra con sangre entra». No, señor, no hay sangre en absoluto; lo que sí hay es un exceso de porqueyolovalguismo y de «la culpa es de todos menos mía». Hay que empezar a asumir que la vida no regala nada y que sin esfuerzo no se llega a ninguna parte, así como las consecuencias de la falta de dicho esfuerzo y, si, de sacrificio, que muchas veces es imprescindible para conseguir las metas. Pero claro, probablemente eso es pedir mucho aquí en España.
Contestaré por alusiones A Francho intentando ir punto por punto. Creo que si lees el artículo con detenimiento comprobarás que no estoy en contra en absoluto de la educación bilingüe; pero sí estoy en contra de «esta» educación bilingüe por una sencilla razón: con dos horas extra en inglés, de bilingüe sólo tiene el nombre.
Respecto a la importancia de aprender un idioma: creo que tiene exactamente la misma importancia que cualquier otra área; ni más ni menos. Lo que critico en mi artículo es el hecho de que muchos padres se basen en la promesa de que sus hijos llegarán a ser bilingües por encima de todas las demás consideraciones, que son muchas, a la hora de escoger un centro escolar.
Por otro lado, en ningún momento afirmo que la cultura de lo fácil de la que hablo sea la que motive a los padres para que sus hijos aprendan un idioma. Lo que mantengo (y vuelvo a pedirte que leas de nuevo el texto con detenimiento) es que la filosofía de que todo debe ser obtenido rápidamente y sin esfuerzo es la que lleva a los padres a creer que sus hijos llegarán a ser bilingües sin que tan a penas cambie la escuela en la que estudian, sin horas lectivas extra o sin mermas en los conocimientos adquiridos en otras áreas por un dominio todavía insuficiente del idioma en que se imparten.
Por último, respecto a lo de que «la letra con sangre entra», te diré simplemente que me alejo de ese estereotipado profesor del que hablas hasta el punto de ser director de un centro con más de un 75% de minorías étnicas, con un Premio Nacional en Educación Compensatoria, y conocido entre los profesionales de la educación en Zaragoza por ser puntero en innovación pedagógica, y un lugar en el que la relación con cada alumno, casi todos ellos al borde de la exclusión social y con enormes problemas familiares y económicos, es de enorme cercanía y confianza mutua.
En cualquier caso, gracias por tu crítica. Creo que nadie tiene la verdad absoluta sobre nada, y menos yo mismo. No podemos sino movernos en el ámbito de las opiniones; y en ese ámbito, cualquier debate sano y respetuoso es siempre positivo.
Estoy muy de acuerdo con esta primera parte. Lo del bilingüísmo es fabuloso, estupendo, maravilloso, pero el sistema chapucero con el que intentan sacarlo adelante tiene que mejorar muchísimos aspectos.
¡Gracias! El finde pasado discutía este tema con un buen amigo, en su caso defendía el bilingüismo del centro al que van sus hijos, parece ser que tienen algunas asignaturas más en inglés, y alguna complicada… aún así, tuve que hacerle ver que, en el momento en el que el profesor no tiene el nivel suficiente, ese bilingüismo ya es inasumible. Y no hay que olvidar que, al contrario que el autor del post o yo mismo, formados específicamente en el idioma, la mayoría de profesores que imparten asignaturas «bilingües» son como mucho un B2 sacado a última hora por presiones, con lo que ello conlleva. Y hasta aquí puedo leer.