Bienvenidos a una nueva edición de Yentelman, el blog en el que aprenderéis inglés y, si os descuidáis, hasta español. Continuamos con la serie de posts a cargo de nuestra estrella invitada Óscar Carreras, genio multifunción polivalente, mago del SEO de nivel over 9000 y creador del blog hackprender.com, en el que nos cuenta cómo «aprender a aprender». En este post, Óscar continúa explicándonos cómo aprender un idioma en 15 minutos al día, entrando ya en el meollo de la cuestión a base de desmontar ciertos mitos y creencias, y dándonos las primeras pautas a seguir de cara a mejorar nuestro aprendizaje. Enjoy.
Desde que era pequeño siempre he creído que tenía buena memoria. En el instituto fue famosa una anécdota en la que, dada mi incapacidad para entender los conceptos de la física, decidí memorizar todos los resultados y desarrollos del libro de problemas que se iba a utilizar para diseñar los exámenes. «Nada más» que doscientos problemas.
Sin embargo, hoy en día sabemos que mi memoria no era, ni es, en absoluto mejor que la de nadie, y que la memoria de la persona más inteligente difiere muy poco de la de cualquier otra persona.
Nuestra memoria a corto plazo, tanto la de una persona normal como la del Sheldon de Big Bang Theory, sólo es capaz de manejar un máximo de siete elementos (y ciertos estudios lo reducen a cuatro) al mismo tiempo, elementos que se gestionan desde la corteza prefrontal del cerebro. Este tipo de memoria es la que utilizamos para aprender cualquier cosa, incluido un idioma. Si intentas hacer malabares con más de cuatro elementos, las piezas de información adicionales se te olvidarán antes de que hayas podido procesarlas correctamente.
El estudio de idiomas ignora este precepto básico de la psicología cognitiva y la neurociencia. Cuando intentamos memorizar la frase «My taylor is rich«, estamos gestionando más de cuatro elementos con nuestra memoria a corto plazo. Elementos léxicos: Mi se dice my; Sastre se dice taylor. Orden de palabras: después del sujeto viene el verbo. Elementos fonológicos: my se pronuncia mai; taylor se pronuncia teilor.
Desde un punto de vista superficial, nos parece que esta frase es tremendamente sencilla, y en cierto modo lo es, porque el inglés y el español, aunque mucha gente no lo crea, son muy similares. El idioma de Shakespeare no es difícil. En la escala del FSI (que no tiene nada que ver con Grissom) el español y el inglés están ambos en el grado de dificultad 1, porque son muy similares. El problema no es la dificultad del idioma, sino el hecho de que al empezar a aprender inglés con frases completas y construcciones gramaticales como «My taylor is rich», esta forma de aprender abruma nuestra corteza prefrontal con demasiados elementos que recordar. Nuestro cerebro requiere 20% del total de nuestra energía corporal para operar. Por esa razón, simplifica, busca atajos, se decanta por procesar lo más fácil, ya que desde un punto de vista evolutivo, necesitamos el resto de energía para escapar de los tigres de diente de sable o para intentarnos ligar a la Raquel Welch de turno embutida en harapos de mamut. En una frase como My taylor is rich, el cerebro se va a ir directamente a recordar aquellos elementos del inglés que son más sencillos para un hispanoparlante: gramática y léxico. El reconocimiento de sonidos se ignora y por eso acabamos con nuestro acento macarrónico y nuestra «cup of cafe con leche in Plaza Mayor«.
Pero el problema no es sólo el acento. Si habéis leído nuestra primera entrega, sabréis que las fases de desarrollo lingüístico en todo humano se inician con el reconocimiento de sonidos, y posteriormente el uso de estos sonidos para formar palabras sencillas. Antes de aprender «My taylor is rich» necesitamos asentar los cimientos que nos van a ayudar a recordar no sólo «My taylor is rich«, sino también cualquier otra frase que contenga esos sonidos y palabras, para conseguir que nuestra corteza prefrontal se centre exclusivamente en el mensaje y la estructura gramatical y pueda recordarla sin abrumarse. Necesitamos aprender /aɪ/ /ə/ y /ʧ/. Y cuando sepamos diferenciar estos sonidos en cualquier palabra, entonces podremos empezar a aprender que taylor es una persona que hace trajes y que rich es Bill Gates (y no estoy intentando ser metafórico, nunca debemos aprender una palabra en otro idioma que se relacione con la traducción en nuestra lengua materna).
En nuestra próxima entrega hablaremos de cómo usar la ciencia de la psicología cognitiva para aprender sonidos con facilidad y almacenarlos en la memoria a largo plazo y cómo aplicar el principio de Pareto a la adquisición de vocabulario para acelerar el aprendizaje.
Os dejo con lo que dijo Leonardo Da Vinci: «Hay cuatro fuerzas de la naturaleza: la memoria, el intelecto, el deseo y la codicia».
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